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Foto del escritorLos Diaz de Juárez

¿QUÉ TAN FUERTE DEBE SER EL GRITO?



El llanto de un bebé tiene un alcance de 110 decibeles, muy por encima del ruido de una alarma contra incendios y casi igual que la sirena de una ambulancia –una razón más para no tener uno…–(sonido de garganta)… bueno volvamos. Todo esto para llamar la atención del adulto al instante, esencialmente funge como una herramienta de supervivencia.


Ante las recientes protestas generadas en Estados Unidos por el caso de George Floyd, 40 ciudades se vieron en la necesidad de declarar toque de queda debido a las intensas manifestaciones presentadas a lo largo del país norteamericano. La opinión pública se dividía: por un lado, había quienes compaginaban con las acciones de los manifestantes de un país que, desde hace ya 155 años, trabaja por la igualdad racial, pero hasta hoy día no parece disipar del todo su esencia histórica. Mientras que, por el otro lado, había quienes exigía a sus autoridades poner mano dura e incluso pedían la entrada del ejército para apaciguar la situación.


Pero entonces ¿Qué tan fuerte debe ser el grito para llamar la atención y modificar parte de la realidad?

1773. Gran Bretaña realiza un nuevo gravamen a las colonias norteamericanas por la importación del té, acto que deja muy mal parada a la economía de las colonias. Ante esto, se levantan varias de protestas que desembocan en el “Motín del Té”, cuando un grupo de colonos suben a los barcos de té atracados en el puerto de Boston y arrojan al mar toneladas de té, lo que trae como consecuencia –además de dejar a británicos sin té–, violentas revueltas en todo el territorio que sirven como precedente directo para la Guerra de Independencia de Estados Unidos.


12 de marzo de 1930. Un hombre llamado Mohandas Karamchand Gandhi realiza una caminata al Océano Indico a unos 350 kilómetros de distancia ¿La razón? –además de alardear con su extraordinaria condición– es manifestar un acto de resistencia no violenta contra el monopolio estatal de sal británico que, recientemente había colocado un impuesto sobre el consumo de sal de la población y declaraba una persecución ante aquellos que produjesen su propia sal. Con sal en mano, Ghandi induce a la rebelión de la sociedad de la India para ignorar dicha ley británica que a la postre traería su Independencia.


¿Qué encontramos en estos dos hechos? –Que los británicos son unos malditos fascistas– Bueno, claro, eso y que la modificación de la escena presente no tiene una pauta fija. Ante la represión, los actos de insubordinación no tienen un manual. Tanto la fuerza, el impetú y la rudeza han generado cambios en la sociedad, como el pacifismo y el antibelicismo. Lo importante no es el vehículo, sino quien lo maneja y hacia donde se dirige. El panorama actual ha orillado a que las manifestaciones se vuelvan cada vez más violentas, pero eso es culpa también de una sociedad que ve con sosiego las problemáticas que salen de sus entrañas, normaliza el machismo, el racismo, la xenofobia, las injusticias, las convierte en parte natural de su ser. A tal grado que encuentra innecesaria cualquier forma de subversión y que, ante tal quietud, lo único que queda es sacudir intensamente el status quo con la única arma con la que fue dotado el ser humano: la libertad de expresión.

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