Mi abuela siempre tiene un filtro para saber si las noticias que le llegan al Whastapp –efectivamente, es la maldición de los baby boomers, lo siento– es real o no: “Hijo ¿es cierto que están inyectando a pacientes para matarlos y decir que es coronavirus?”. En ese momento maldije sobremanera la ignorancia de mi abuela y la perversidad del que ostenta la autoría de dicha blasfemia.
De acuerdo al informe denominado Data Never Sleeps, basado en la nube Domo, cada día se crea 2.5 billones de bytes de información. Lo peor de todo es que, a pesar de la facilidad por adquirir toda esta, tendemos a priorizar los datos falsos sobre los verdaderos ¡Maldita sea!.
En 2018, dos hombres fueron arrestados en Texas por amenaza terrorista en una iglesia. Los hombres justificaban sus intenciones mencionando que todo esto formaba parte de un acto de protesta, debido a que –desde el conocimiento privilegiado que los iluminaba– aseguraban que el tiroteo que había sucedido tan solo cinco meses antes, en donde fueron asesinadas 26 personas, nunca había sucedido y que todo formaba parte de una conspiración del gobierno con intenciones propagandísticas; incluso aseguraban que la hija del pastor, asesinada durante la balacera, era un invento de ello. Todo esto, por una noticia conspirativa que había circulado semanas antes en las redes sociales. Así es, la gente también puede llegar a matar debido a información falsa.
El riesgo latente con las noticias falsas es la fácil propagación de la que son objeto. Actualmente, con las tecnologías de la información, el canal más utilizado para la difusión de información son las redes sociales. Las cadenas de oración y los piolines deseando buenos días, no son únicamente el material audiovisual más divulgado. Un estudio del MIT publicado por la revista Science demuestra que, a las noticias verdaderas, les cuesta seis veces más llegar a 1500 personas que a las falsas.
Especialistas en comunicación concuerdan que, la política ha sido el factor número uno para emitir y reproducir fake news. En un principio, el concepto de noticia falsa se ocupaba en modo de sátira y parodia, algo de lo que los night show echaban mano para entretener. Sin embargo, la utilización como arma de desprestigio, hizo que esta herramienta fuera llevada al tema electoral como un método para crear campañas negras contra políticos o gobernantes. Mas tarde, esto se imitaría en ámbitos digitales para lograr más visualizaciones, generando de esta manera morbo, resultado de información sensacionalista.
Aún cuando la desinformación ha sido un elemento existente desde siempre, son las plataformas digitales las que han potencializado su propagación. Y son justo estas, las que han empañado el papel del trabajo periodístico en el mundo entero. El escepticismo por los datos que llegan a nuestras manos ha puesto en duda la labor de fuentes fidedignas y con trabajo ejemplar, menospreciando su esfuerzo y homogenizándolas con el resto de notas de dudosa procedencia.
Las noticias falsas no solo han incidido de manera negativa en las acciones de las personas, sino que han mermado el trabajo periodístico volviéndolo poco rentable, haciendo que fuentes confiables tengan que desaparecer o alinearse a un sistema basado en los clickbait y las visitas forzadas para la monetización.
Ante la destrucción del proceso informativo, queda demostrado que la libertad de expresión también suele jugar en su propia contra cuando no se trata con responsabilidad, esparciendo información falsa y contribuyendo a un ciclo de desinformación que atenta contra la integridad de una sociedad hambrienta de dar a conocer su versión de los hechos, pero carente de fundamentos a la hora de viralizar notas que son vendidas como verdad.
Yorumlar