Quienes crecimos en el mundo de la música tradicional oaxaqueña, ya sea en la tradición
de la jarana sotaventina, la orquesta chatina, la artesa afro oaxaqueña, la marimba y la
guitarra trovadora istmeña, el canto y la cuerda mazateca, la orquesta típica mixteca o la
banda filarmónica, solo por mencionar algunas (me disculpo de antemano por las otras
tradiciones que desconozco), sabemos el valor de nuestra música en la construcción de
comunidades prosperas y en paz.
En el mundo musical que crecí practicamos “la gozona” o “la mano”, mecanismos sonoros
que articulan la diplomacia entre una comunidad y otra. Los músicos de la banda
filarmónica juegan un papel de embajadores y todo lo acontecido entre los días de fiesta se
premia o se castiga, por esto hay comunidades que llevan décadas intercambiando su
música; al igual que cuando una comunidad y otra se confrontan, una de las primeras
sanciones mutuas que se aplican es suspender el intercambio de música.
Ese mundo musical que me formó, educó, me llevó a viajar desde los 11 años de edad,
primero a mi región, luego a otras regiones de mi estado, y de otros estados y otros países,
ese mundo musical que funciona y traspasa carencias, violencia, cambios de gobierno,
caídas de la bolsa, caída del petróleo, devaluación del peso… Ése es exactamente el
mundo que formó a miles de músicos oaxaqueños que dan identidad a Oaxaca, siempre
tan colorida, enorme, grande, chula, rica, rebelde, indomable… Siempre nuestra.
Las gozonas, las manos, el tequio, la guelaguetza y como cada quien le llame en su lengua
y su contexto, sabemos que tiene un valor, un valor altísimo. Por ejemplo: Un pueblo que
tiene banda municipal puede salir a buscar gozonas o manos, pero si no tiene o no quiere
invertir en formar su propia banda filarmónica comunitaria, lo único que le queda es
contratar y pagar desde 30 mil hasta 80 mil pesos.
Los pueblos lo saben, las autoridades lo saben, los consejos de ancianos lo saben, la
comunidad lo sabe; lo confuso es ¿por qué, si entre nosotros mismos como comunidades
nos ponemos condiciones específicas para realizar una gozona, por qué al gobierno, en
específico a las instituciones culturales, les entregamos nuestra música solo por quedar
bien, para estar en una fotografía, porque somos paisanos o porque nos pagan con un
gracias o una promesa?
Seis meses tardó la Defensoría de los Derechos Humanos del Pueblo de Oaxaca para
resolver una queja que interpuse por trato discriminatorio luego de que Secretaría para la
Cultura y las Artes de Oaxaca erogó un pago millonario al grupo comercial Los Ángeles
Azules, mientras a las bandas de música tradicional nos regatea honorarios o nos pide
actuar de manera gratuita.
De esta experiencia jurídica por la defensa de mis derechos humanos y culturales, y los de
mis alumnas y alumnos, lo que más me impresionó fue que a pesar de existir una
discriminación sistémica y estructural hacia los músicos tradicionales, no había ningún
antecedente de este tipo de quejas, porque nadie se queja, nadie dice nada, nadie
demanda, ninguna institución musical había exigido antes un trato digno.
Decidí seguir la ruta de la queja ante la Defensoría. Me dije: Si es necesario remover
artículos de la Ley estatal de Cultura del estado de Oaxaca, tendré que removerlos; si hace
falta una Ley más funcional, acorde al contexto del arte comunitario, tendrá que reformarse;
porque debemos acabar con la costumbre oficial de aplaudir el arte musical comunitario a
conveniencia y en temporadas turísticas, sobre todo en la Guelaguetza, y de eludir el
compromiso de la retribución justa, digna, de sus presentaciones.
De manera personal, mi inconformidad no tiene que ver con los reflectores y los aplausos,
porque esos nos los hemos ganado a pulso, tiene que ver con la lección de vida que doy a
mis alumnos que llegan, se preparan y egresan del Instituto Intercultural Calmécac
soñando que, en el campo musical, desde el sector gubernamental o el privado, van ser
tratados con dignidad y respeto.
Más allá de las edades, trayectoria y prestigio de cada institución debemos anteponer el
bien común de nuestros alumnos que llegan cargados de sueños de superación a nuestras
instituciones. Esos jóvenes que se desprenden de su región, su pueblo, su familia con el
único objetivo de superarse y formarse dentro del mundo de la música.
Hay una coyuntura política, un gobierno federal que decidió abrir las ventanas para que
entrara aire fresco a esta nación, si no aprovechamos este momento, nos lamentaremos en
un futuro. Estamos en un momento propicio para revisar y hacer cambios favorables en
nuestra forma de trabajar, a fin de que en Oaxaca las bandas, orquestas o coros
comunitarios, dejemos de ser utilizados como plantas exóticas, pero de ornato, de esas que
se presumen cuando hay invitados de lujo o cuando se trata de enviar un mensaje hacia el
mundo de que Oaxaca “lo tiene todo”.
Debemos ocupar el lugar que nos corresponde con dignidad; debemos romper con la
conformidad y exigir el respeto de quienes toman las decisiones en las instituciones del
gobierno estatal.
En tres años de gobierno de Alejandro Murat, han habido cuatro secretarios de cultura,
cuatro intentos, cuatro propuestas, cuatro años de cocinar iniciativas culturales “Maruchan”.
Ese ir y venir de distintas mentalidades y propuestas en la oficina de la política cultural del
estado impide que nos vean a los músicos tradicionales en toda nuestra dimensión; impide
que vean con claridad que las músicas en nuestras comunidades “esas que tanto
presumen en la Guelaguetza” constituyen uno de nuestros mayores patrimonios
socioculturales.
Está por demás volver a decirlo: nacemos con música, crecemos con música, celebramos
la unión y fecundidad de la vida con música, creamos alianzas comunitarias con música,
nos despedimos de esta vida con música, y toda esta grandeza apreciativa de los sonidos
comunitarios no puede ser rebajada, cosificada y empaquetada por un gobierno que lo
primero que debe hacer es conocer, apreciar y entendernos, para luego respetarnos.
No necesitamos cerrar calles, no necesitamos agredir a nadie, ni confrontarnos con nadie,
solo necesitamos llevar una petición a la mesa, en primer lugar, de la Comisión de Cultura
del Congreso del Estado de Oaxaca, para que revise la Ley de Cultura del estado, buscarle
fisuras, huecos, determinar qué es lo que no funciona en nuestras políticas culturales. La
Comisión de Cultura del Congreso está obligada a citar y notificar a quien esté al frente de
la Secretaría de las Culturas y las Artes de Oaxaca nuestras peticiones; procedimiento
absolutamente legal.
Grosso modo, podemos calcular que somos más de medio millón de músicos en todo
Oaxaca, pero creo que para empezar solo sería necesario que las Casas de Cultura de
todo el estado cuenten con una agrupación o taller de música; para dar trabajo a directores
de bandas filarmónicas, de bandas sinfónicas, de orquestas típicas, a jaraneros del
sotavento, directores de coros, y a todo aquel que considere la música tradicional
oaxaqueña como un baluarte no un producto barato.
La trayectoria comunitaria y experiencia de cada agrupación estoy seguro que aportará a
un cambio sustancial en las formas de hacer y presentar nuestras músicas.
Si el gobierno quiere seguir mercadeando con nuestro arte sonoro, tendrá que hacer su
trabajo primero, porque las jaranas sotaventinas no las regalan, las cuerdas del violín
mixteco tampoco, los accesorios para nuestras bandas de alientos no son gratis; para
pagar al maestro -si es que lo tiene- la comunidad hace malabares para cubrirlo, los atriles,
las particcelas, los talies, todo tiene un costo significativo para equipar una agrupación
musical, sin importar su tamaño.
Cada quien conoce el prestigio de su proyecto musical y sabrá qué necesita reforzar. La
Secretaria de Cultura Federal también es un aliado en este momento, el Instituto Nacional
de los Pueblos Indígenas también lo es, el Presidente de la Republica no deja de ovacionar
y darle su lugar a la música oaxaqueña. Ahí está todo a la mano, incluso a nuestras
autoridades municipales les conviene tener recursos fijos -de los que tanto sufren- para la
manutención de sus instituciones musicales municipales.
Nuestros niños, nuestros jóvenes, serán los beneficiados directamente, los que ya
rebasamos los 30 años de edad y tenemos trabajo, ingresos, trayectoria, reconocimiento y
propuestas continuas de desarrollo personal ya estamos del otro lado. Pero no seamos
egoístas y solo pensemos en nosotros mismos, seamos agradecidos con las comunidades
que nos alimentan, aplauden, construyen día a día; seamos agradecidos con los niños,
jóvenes y padres y madres que confían en nosotros para formar a sus hijos en el mundo
de la música.
En esta parte es donde no debemos ceder, es donde debemos dejar de aceptar
invitaciones para tocar en la ciudad a cambio de nada, quien ha dado un servicio municipal
en alguna comunidad sabe lo caro que cuesta no solo equipar una banda filarmónica, sino
mantenerla: pago de maestro, mantenimiento de instrumentos, accesorios musicales,
uniformes, todo esto es categóricamente costoso, pero la comunidad lo hace porque sabe
que su música tradicional es una “Institucion” tan importante como Bienes Comunales,
Bienes Ejidales o el mismo Palacio Municipal. Y si nosotros no tenemos la capacidad de
explicarle esto al gobierno, entonces ellos seguirán pensando que asi mágicamente
frotamos la lámpara y aparece una agrupación de música tradicional.
Las instituciones que más maestros de música tradicional forman en el estado: Bellas Artes
de la UABJO, Cecam, Cis #8, CIMO, deben de cuestionar, replantear el panorama político
cultural del estado para beneficio colectivo desde el estrado de sus trayectorias, años de
vida de sus instituciones, logros académicos de cada institución. Las direcciones de cada
institución van y vienen, eso lo saben muy bien, pero la vida profesional de cada alumno
que pisa nuestras escuelas no, ése es el mayor patrimonio que un templo del saber tiene:
sus alumnos, y es a ellos a quienes tenemos que garantizarles una profesión digna,
respetable y bien remunerada.
No olvidemos que las administraciones políticas van y vienen, los artistas no, nosotros aquí
permanecemos, aquí seguimos.
Todo inició con una inconformidad, después una queja ante la institución correspondiente,
después resolución y propuestas de conciliación entre el Calmécac y la Seculta, ahora
quiero compartir con ustedes lo que aprendí de este proceso:
Estas son algunas de las leyes, locales, nacionales e internacionales que nos protegen
como artistas tradicionales:
*ARTÍCULO 67 DE LA LEY DE LA DEFENSORÍA DE LOS DERECHOS HUMANOS DEL PUEBLO DE OAXACA.
*COMITÉ DE DERECHOS ECONÓMICOS, SOCIALES Y CULTURALES EN SU OBSERVACIÓN GENERAL 21.
*ARTÍCULO 15 DEL PACTO INTERNACIONAL DE DERECHOS ECONÓMICOS, SOCIALES Y CULTURALES.
*ARTÍCULO 14 DEL PROTOCOLO ADICIONAL A LA CONVENCIÓN AMERICANA SOBRE
DERECHOS HUMANOS O PROTOCOLO DE SAN SALVADOR.
*ARTÍCULO 6 DE LA LEY DE DESARROLLO CULTURAL PARA EL ESTADO DE OAXACA.
*DECLARACION DE HANGZHOU, COLOCA A LA CULTURA EN EL CENTRO DE LAS POLÍTICAS DE DESARROLLO SUSTENTABLE, A LA CUAL TAMBIÉN PERTENECE NUESTRO PAIS.
Luego de todo lo anterior, invito a todo aquel músico tradicional interesado en coordinarse
en un “Beneficio Comunitario”, con absoluta claridad, para que entremos en
comunicación a fin de solicitar una reunión con la Comisión de Cultura del Congreso del
Estado de Oaxaca y comenzar a realizar con sus integrantes, una revisión exhaustiva de
nuestra Ley de Cultura. Les pido se pongan en contacto conmigo en:
Cel. 951 400 11 47
Email: mezcalyson@gmail.com
Importante: al comunicarse se debe notificar nombre completo, cargo, lugar de origen,
número de contacto o email.
Atentamente:
Nathanael Lorenzo Hernández
Compositor y Director musical
Fundador del Instituto Intercultural Calmécac
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