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Foto del escritorLos Diaz de Juárez

Con o sin Covid-19, tenemos pandemia: la desigualdad y la injusticia



Les saludo desde Ayutla Mixe, una comunidad que en tiempos de pandemia mundial no tiene mucha oportunidad para poder asumir todas las medidas ideales de atención y prevención, no porque no querramos sino porque no tenemos agua potable desde hace más de 1050 días. Colectar agua, la sequía y los incendios nos obligan a salir de nuestros hogares para apoyar en sofocarlos y por supuesto, como en muchos lugares, la gente que vive día a día tiene que acudir a atender sus medios de ingresos económicos, situaciones de injusticia que se sostienen por la irresponsabilidad de quienes están obligados a atender y solucionar.

En un mundo que se vuelve cada vez más indiferente a las injusticias, la pandemia originada por el COVID-19 nos vino a recordar que no somos iguales y que cada quien vive una situación distinta acorde con su realidad para afrontar no solo la contingencia sino la vida misma desde siempre. Los discursos institucionales reiterativos, tanto de los gobiernos estatales como de los federales, parten de supuestos errados, de la idea de que todos estamos bajo una misma regla y bajo las mismas condiciones de vida, eso es una perspectiva irresponsable.

Hasta ahora, desconozco de alguna comisión nombrada por el congreso estatal o federal, o por el ejecutivo que verse sobre la atención a grupos vulnerables o que se traslade bajo medidas especiales a las principales zonas de pobreza o que han sufrido agravios en el estado o país para realizar un plan emergente de aplicación concreta de atención que vaya más allá de lo económico; algunas comunidades no tienen agua, otras no tienen luz ni acceso a medios de información, otras afrontan agresiones por parte de la delincuencia, desplazamientos, otras, un cúmulo de todo lo anterior, ¿Cómo pensar en la pandemia cuando hay otras situaciones graves que niegan la posibilidad de siquiera imaginar un momento para implementar las medidas? otra vez la irresponsabilidad de quienes están obligados a garantizar la paz y la justicia.

Bajo ese escenario, hemos visto consecuencias graves, desde la incredulidad sobre el tema del Covid-19, hasta los extremismos que reparan en agresiones a personal de salud. Estos fenómenos no son gratuitos, son resultado un manejo institucional que exige acatar medidas pero que a su vez no se interesa en la situación de la sociedad que no está contemplada en sus planes emergentes, es decir, quines están en las penumbras.

El mayor peligro no es el Covid-19, es la irresponsabilidad de todos, esa irresponsabilidad que lleva a no creer en la gravedad del problema, la irresponsabilidad institucional que lleva a no creer en las instituciones y su palabra a la que siempre han faltado por tanta corrupción y cinismo, la irresponsabilidad de muchos medios informativos que minimizan o tergiversan la información, pero esa irresponsabilidad ya ha existido desde siempre, el Covid-19 solo vino a recordarnos lo obvio.

¿Qué nos queda ante esos vacíos institucionales? Como en Ayutla, nos queda actuar por nuestras vías, tejiendo redes de ayuda autogestivas, procesos de concientización de la problemática bajo nuestro propio lenguaje y códigos, entendimiento de las asimetrías que hacen que cada quien viva de forma distinta la situación, por supuesto, hace falta mucha solidaridad y darnos cuenta que algo debe cambiar para reducir esas brechas que nos generan las irresponsabilidades de toda la estructura que sostiene el presunto orden social.

Sí, tal vez termine la pandemia del coronavirus en un par de semanas o meses, ojalá que eso también acabara con las injusticias y las desigualdades, pero esas pandemias seguirán ¿cuándo nos preocuparemos para encontrar su cura?

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