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ANDRÉS MANUEL, EL GRAN NEGOCIADOR.



“Leer ayudará a que sepas que el problema con la OPEP fue un asunto político y no económico”. Algo así debería de anunciar el próximo meme producido por la secretaría de energía del gobierno mexicano –porque es lo único que seguramente podrían realizar bien… y sobre todo sin ayuda de Marcelo Ebrard–.

Hay que dejar en claro que lo de México fue una jugada de póker, digna de las mejores mesas en Las Vegas. El gobierno de Andrés mantuvo la calma, y ante la presión de los países potencia en el tema del crudo, nunca se “achicó”. Se quedó firme a la oferta inicial que había presentado: reducir su producción 100 mil barriles de petróleo, ni uno más, ni uno menos. Aún con las amenazas de dejarlo fuera de la negociación, México conocía sus debilidades, pero, sobre todo, sus grandes ventajas. Medios nacionales e internacionales, dedicados a la finanzas y economía global, hacían público algo que para casi todos era un secreto de Estado: México cuenta con una cobertura masiva en Wall Street para estabilizar el costo del barril de petróleo, aún en plena crisis del “oro negro”. ¿Qué quiere decir esto? Pues que, mientras en el mercado internacional se cotizaba el barril de petróleo a 29$ en promedio, México tenía asegurada la venta de este en 49$, todo debido a un “seguro” adquirido desde la época de Vicente Fox, el cual otorga la garantía de estabilizar los costos del crudo en caso de una depreciación del mismo. ¿Aún dudamos que el gobierno ve al petróleo como la base de la economía de nuestro país? Los gastos realizados para esta póliza de estabilización de precios, por más de mil millones de dólares, durante todo este tiempo, parecen dejar claro que así es.

El gobierno de López Obrador, liderado para esta negociación por el actual canciller –así es, no se dejen engañar con la imagen de Rocío Nahle haciendo como la que arreglaba todo–, no tenía interés alguno de reducir su producción de petróleo –al final de cuentas seguiría vendiéndose el barril a un buen costo–, su aportación voluntaria fue más en un sentido de integración y diplomacia que de interés económico. Sin embargo, el que a lo lejos miraba por una rendija, cual voyerista, era Estados Unidos, quién, tenía intereses mucho más grandes por estabilizar el mercado del carburante.

La situación del país norteamericano era completamente diferente. El mercado petrolero atravesaba su peor crisis en una generación. Varias petroleras, a manos de particulares, había sido declaradas en bancarrota; analistas de los energéticos pronosticaban que, de no haber llegado a un acuerdo, los miembros de la OPEP, el negocio del crudo norteamericano podría haber pasado a la historia. Sumado a eso, la economía estadounidense cruzaba por una crisis debido al panorama actual del coronavirus, más de 10 millones de empleos estaba en riesgo en caso de no poder estabilizar los costos del petróleo. ¿Acaso creían que Trump jugaría el papel de la Madre Teresa de Calcuta capitalista?

El apoyo del mandatario norteamericano no fue por adelantado ni mucho menos desinteresado. Su aporte, con la reducción de 250 mil barriles a su producción de crudo, se debía a dos factores: 1) la necesidad de no empeorar su situación económica, tomando como punto clave las elecciones presidenciales que se llevaran a cabo a finales de este año. Trump había construido el mejor panorama económico para Estados Unidos, algo que presumiría en su campaña para la reelección, sin embargo, el Covid-19 le jugó una mala pasada. La estrategia había cambiado, lo importante ya no era mejorar, sino tratar de empeorar lo menos posible. El pueblo estadounidense, pero sobre todo los ciudadanos de Oklahoma, Texas, al igual que Arkansas –que dicho sea de paso son los estados petroleros por excelencia y, además, los bastiones electorales de Trump–, no le perdonarían la ola de desempleos que generaría la crisis petrolera. 2) La primera plana del portal del NY Times enunciaba las siguientes líneas en su último párrafo: “El reciente cabildeo público del presidente Trump sobre Rusia y Arabia Saudita para reducir la producción (de petróleo), ayudó a aumentar los precios en varios dólares por barril, lo que permitió a muchas compañías estadounidenses limitar sus pérdidas”. Así es, uno de los grandes detractores del presidente Trump durante su gestión, recalcaba su figura en la negociación y lo dejaba como un completo héroe. ¿Es necesario que les recuerde quién es el accionista mayoritario del emporio periodístico? Efectivamente, Carlos Slim, aliado acérrimo del presidente Andrés Manuel.

La aportación que Estados Unidos hizo, al reducir 250 mil barriles a su producción de petróleo, además, formaba parte del vaticinio que tenía el departamento de energía con respecto al mercado. Con una producción al comenzar el 2020 de 13.3 millones de barriles diarios, Estados Unidos auguraba que cerrarían el año con una producción de 3 millones. 250 mil barriles no sería nada. Pero entonces ¿Por qué no aportar la cantidad necesaria para dejar conformes a los demás miembros de la OPEP? Política, sencillamente. Con la renuencia de López Obrador y su gabinete a reducir más la producción de crudo, el presidente reafirmaba su discurso característico de patriotismo, al no haber sido cumplida la demanda de los miembros de la OPEP, dejaría claro que lo que menos le falta a México es poder. Mostraría el bíceps negociador del presidente, teniendo el sartén por el mango siempre, llámese Constalletion Brands, Azacárraga Jean, Enrique Alfaro o Arabia Saudita, el ostenta el poder y nadie se lo va a quitar.

Por otro lado, la imagen de Trump tendría un aura heroica y, permanecería la imagen de la dependencia que México tiene con Estados Unidos ¿acaso no les pareció tremendamente cordial la declaración post intervención de Trump, sabiendo de lo que es capaz? A diferencia de López Obrador, el presidente norteamericano necesita que todos sepan que es poderoso, para Andrés Manuel, solo él necesita saberlo.

Vaya jugada de póker del gobierno mexicano, quien, dicho sea de paso, sacó a limpiar la imagen de su secretaria de energía, ostentándole el mérito de la victoria, pero sabiendo que, en el fondo, la mente maestra surgió de la cancillería, lugar en donde la comunicación con el gobierno estadounidense es directa y quien, sabe los pormenores de anteriores negociaciones como el mismo T-MEC.

Así se matan 3 pájaros de un solo tiro señor presidente. Hoy hay que reconocerle su gran victoria.

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